lunes, 7 de marzo de 2016

Las 4 leyes de la espiritualidad

1. La persona que llega a tu vida siempre es la persona correcta

Cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevan mucho pero, no habrá quien no deje nada. Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.


2. Lo que sucede es la única cosa que podría haber sucedido

Somos una casualidad llena de intención
Nada de lo que acontece en nuestras vidas podría haber sido de otra forma. Desde que pasó lo que pasó ya es lo único que podía haber pasado. Lo que nos sucede es lo que nos tiene que suceder, lo adecuado en cada momento y a través de lo cual tenemos que extraer un significado concreto.

3. Cualquier momento en el algo comience es el momento correcto.

No esperes que llegue el momento perfecto… Toma el momento y hazlo perfecto.
Lo que comienza lo hace en el momento adecuado siempre, ni antes ni después. Lo nuevo en nuestra vida aparece porque nosotros lo atraemos y estamos preparados para verlo y disfrutarlo. Entendiendo esto, aceptaremos que cuando la vida pone algo en nuestro camino tenemos que disfrutarlo.

4. Cuando algo termina, termina

Deja fluir, no te aferres a nada ni a nadie, todo tiene su momento en nuestras vidas y también tiene un porqué
Solemos estar atados a un sinfín de historias y emociones. Decir adiós duele, pero cuando algo termina mantenerlo a nuestro lado es un ejercicio de masoquismo que generará un gran malestar y múltiples dependencias e inseguridades.

Vocación sacerdotal.

La vocación sacerdotal es una llamada de Dios y no una iniciativa de los hombres, necesita de la respuesta permanente en un diálogo de aceptación, en un crecer constantemente, con las crisis y éxitos propios de todo crecer humano.
Jesucristo sigue llamando y enviando a algunos hombres para seguirle de una manera más radical y hacerles "pescadores de hombres" (Mt. 4,19). Continúa repitiendo a través de la Iglesia, "Como el Padre me envió, así los envío yo a vosotros".
El sacerdote es enviado por Jesucristo y no es elegido por el pueblo. Su sacerdocio es una misión y un servicio que le lleva a realizar la voluntad de quien le envía y no hacer su propia voluntad; es dar la vida por las ovejas, como el Buen Pastor, completando en su propio cuerpo lo que falta de los sufrimientos de Cristo por la Iglesia, ofreciéndose voluntariamente.
Como Cristo deberá decir "He aquí Padre que he venido para hacer tu voluntad" (Heb. 10,7).
El sacerdote es un enviado al servicio del reino de Dios y en colaboración con la Iglesia entera. Es colaborador del Obispo de quien su misión es imposible separar. La misión sacerdotal cumple la triple tarea de ser profeta, sacerdote y pastor. El ministerio sacerdotal es ministerio de la Palabra y de los Sacramentos y de conducción del pueblo cristiano. La Eucaristía es el eje y el centro de todo su ministerio.
El sacerdote, servidor de la fe y testigo del amor de Cristo entre los hombres, como lo expresa Juan Pablo II, está al servicio de las comunidades cristianas.
El profeta, el sacerdote y el pastor se encuentran encarnados en hombres concretos que deberán realizar esta triple misión en forma armoniosa y complementaria a todo el servicio de la Evangelización, la gran prioridad de la Iglesia. Evangelizar para el sacerdote, significa entregar la Palabra de Dios, la Eucaristía, el perdón de los pecados, en una línea pastoral que forma personas y comunidades al servicio del Pueblo de Dios. Vive su consagración de una forma exclusiva por medio del Celibato, el cual le garantiza tener un corazón indiviso, sólo para Dios. Se une a Él por medio de la oración continua, y se acoge a la Madre de Dios para que le ayude en la vivencia de su vocación.
Ser sacerdote no es una profesión que se realiza por horas o por turnos. Es una vocación recibida por Dios que exige la vida enteramente entregada al servicio sacerdotal.

Vocación al matrimonio

Es, fundamentalmente, descubrir y desarrollar mi persona, la persona de mi pareja y nuestra relación de mutua pertenencia. A través de nuestra llamada recíproca de ser el uno del otro, Dios nos comunica el plan que tiene para nosotros. Lo vamos comprendiendo a medida que lo realizamos (y viceversa). Comprendemos que nuestro encuentro no fue fruto del acaso, sino de Su voluntad; que ninguno de los dos existió nunca sólo en su mente, puesto que nos hizo el uno para el otro. Sólo amándonos como Él nos ama podemos realizarnos a su imagen y llegar a ser uno como Él.
En esta comunión de amor que es siempre fecunda y dadora de vida (aunque no pudiéramos engendrar biológicamente) está nuestra vocación y nuestro destino: toda nuestra felicidad en el tiempo y en la eternidad. Realizar mi vocación al matrimonio, es "madurar" física y psicológicamente, social y espiritualmente; crecer constantemente primero como persona, y luego como pareja y familia.

Vocación de la iglesia


La vocación no es un privilegio de pocos. Es un derecho de todos. El mayor pecado es traicionar o vender la propia vocación, es lo mismo que traicionar a Dios. Es fracasar en la misión que Él te confió.
La felicidad personal y la realización auténtica están escondidas en la vocación personal… Ser feliz consiste en responder a la llamada de Dios.
La vocación personal condiciona la elección del estado de vida. No se va al matrimonio porque eso es lo normal, porque así lo hacen todos. Ni uno se hace sacerdote porque le gusta. Uno se hace sacerdote o se casa porque ésta es la mejor manera de realizar la propia misión.
La vocación condiciona también la elección de profesión: no escojo tal carrera o tal profesión porque me dará mucho dinero, porque me proporcionará mucho bienestar o mucha seguridad o mucha fama. La pregunta fundamental que uno tiene que hacerse no es ¿qué carrera o qué profesión escogeré? La pregunta buena es ésta: ¿Cuál es mi vocación? Y después esta otra: ¿Qué carrera, qué estudios, que trabajo van mejor con mi vocación?

¿Que nos puede ayudar a seguir creciendo en nuestra vida espiritual?

En el evangelio de san Juan encontramos que nos dice que hay dos tipos de personas: las carnales y las espirituales, o sea, las personas que se dejan guiar por criterios de la carne y los que se dejan guiar por el Espíritu Santo. Para san Juan las características de la persona espiritual son:
  • Nacer de nuevo : Quien se bautiza renace a una vida nueva que viene del Espíritu de Dios. Quien nace de nuevo no puede dar fruto si no está unido a Jesús de una manera muy íntima.
  • La Eucaristía como alimento : Quien ha nacido de nuevo según el Espíritu, necesita de un alimento espiritual que es la Eucaristía. Este alimento fortalece toda su vida y le da valor para continuar adelante en su caminar de cristiano.
  • Dejarse habitar por la Trinidad : Cuando una criatura nueva se alimenta de la Eucaristía y va creciendo en su vida de seguimiento, va experimentando que en su vida cada día aparece más presente el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
  • La unión de la vida espiritual con los demás es a través del amor al prójimo: En varias ocasiones Jesús nos recordó el mandamiento del amor hacia los otros e incluso nos dijo: “Un nuevo mandamiento les doy: que se amen los unos a los otros como yo les he amado, así también ámense mutuamente. En esto conocerán todos que son mis discípulos: si se aman los unos a los otros”. (Jn 13, 34-35).

Vocación en la actualidad.

En la actualidad, es necesario que concurran dos voluntades antes de que una persona pueda entrar al estado religioso; siempre ha sido necesario que concurran dos voluntades antes de que una persona pueda entrar a las filas del clero. El Concilio de Trento pronuncia un anatema sobre una persona que represente como ministro legítimo del Evangelio y los Sacramentos a cualquiera que no haya sido ordenado regularmente y comisionado por la autoridad eclesiástica y canónica (Ses. XXIII, III, IV, VII). Una vocación a la que muchas personas llaman exterior, viene así a ser añadida a la vocación interior, y esta vocación exterior se define como la admisión de un candidato en debida forma por la autoridad competente.
En cuanto al candidato se refiere, la cuestión de la vocación misma ponerse en estos términos: ¿Estás haciendo una cosa que es agradable a Dios en el ofrecimiento de sí mismo en el seminario o noviciado? Y la respuesta depende de los datos anteriores: sí, si tu intención es honesta, y si tu fuerza es suficiente para el trabajo. Otra pregunta se le puede hacer al candidato al sacerdocio: ¿si haces bien en desear ser sacerdote, o harías mejor en convertirte en religioso? Es de notar que el candidato al sacerdocio ya debería tener las virtudes requeridas por su estado, mientras que la esperanza de adquirirlas es suficiente para el candidato a la vida religiosa.

Señales de la vocación.

Hay dos señales de la vocación: la negativa, la ausencia de impedimentos, y la otra positiva, una firme resolución con la ayuda de Dios de servirle en el estado eclesiástico o religioso. Si Dios le deja libertad de elección a la persona que llama, no le deja ninguna a aquéllos cuyo deber es aconsejar; aquellos directores espirituales o confesores que atienden a la ligera un asunto de tanta importancia, o no contestan según el espíritu de Cristo y la Iglesia, incurren en una grave responsabilidad. Es su deber también descubrir el germen de una vocación, y desarrollarlo mediante la formación del carácter y el fomento de la generosidad de la voluntad.

Vocación religiosa

La vocación religiosa es un tipo de vocación relacionada con si la persona en cuestión tiene los atributos o habilidades necesarias para tomar los votos religiosos. La palabra "vocación" proviene del latín vocationem, que significa "llamado". Desde el punto de vista religioso se trata de un llamado o una invitación de Dios a dedicarse a la vida consagrada. Dentro de la religión católica, un joven que siente ese llamado de Dios tiene la posibilidad de entrar a una comunidad o seminario para discernir si en verdad quiere tomar los votos de manera perpetua, para lo cual pueden pasar años antes de decidirse. En algunas congregaciones religiosas, esta preparación es llamada noviciado. La película Godspeed, la llamada de Dios relata la historia de un joven español que se encuentra en busca de su vocación.

Prácticas espirituales

En cierto sentido es posible hablar de prácticas espirituales sin estar específicamente bajo lo que habitualmente consideramos una religión organizada, aunque generalmente no dejan de ser prácticas tradicionales.
En el occidente se relacionó habitualmente el término con doctrinas y prácticas religiosas, especialmente en la perspectiva de la relación entre el ser humano y un ser superior (Dios), así como con las doctrinas relacionadas con la salvación del alma, aunque actualmente se ha ampliado mucho su uso, y no son éstas las únicas formas en que se hace uso del término.
Se dice también de estilos o formas de vida que incluyen perspectivas relacionadas con el ámbito espiritual y sus prácticas, buscando, por ejemplo, la liberación. Otros enfoques diferentes también son posibles: (iniciación, rito).
Igualmente, puede entenderse sin referencia alguna a ningún ser superior o exterior al ser humano, utilizándose el término para referirse a una "espiritualidad atea", o "sin dios"

Espiritualidad

El término espiritualidad (del latín spiritus, espíritu), depende de la doctrina, escuela filosófica o ideología que la trate, así como del contexto en que se utilice.
En un sentido amplio, significa la condición espiritual. En este sentido, y referido a una persona, se refiere a una disposición principalmente moral, psíquica o cultural, que posee quien tiende a investigar y desarrollar las características de su espíritu. Esta decisión implica habitualmente la intención de experimentar estados especiales de bienestar, como la salvación o la liberación. Se relaciona asimismo con la práctica de la virtud.