La vocación no es un privilegio de pocos. Es un derecho de todos. El mayor pecado es traicionar o vender la propia vocación, es lo mismo que traicionar a Dios. Es fracasar en la misión que Él te confió.
La felicidad personal y la realización auténtica están escondidas en la vocación personal… Ser feliz consiste en responder a la llamada de Dios.
La vocación personal condiciona la elección del estado de vida. No se va al matrimonio porque eso es lo normal, porque así lo hacen todos. Ni uno se hace sacerdote porque le gusta. Uno se hace sacerdote o se casa porque ésta es la mejor manera de realizar la propia misión.
La vocación condiciona también la elección de profesión: no escojo tal carrera o tal profesión porque me dará mucho dinero, porque me proporcionará mucho bienestar o mucha seguridad o mucha fama. La pregunta fundamental que uno tiene que hacerse no es ¿qué carrera o qué profesión escogeré? La pregunta buena es ésta: ¿Cuál es mi vocación? Y después esta otra: ¿Qué carrera, qué estudios, que trabajo van mejor con mi vocación?
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